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Autor: Rodrigo Castañeda Garrido
Neuropsicólogo.
Un número telefónico, el nombre de un viejo amigo o el nombre de la calle por la que pasé y vi un restaurante agradable. Todos nosotros hemos pasado alguna vez por estas situaciones, es algo que podríamos considerar normal pues nuestro cerebro es capaz de procesar una cantidad limitada de información a la vez, por lo tanto si nos distraemos, nos ocupamos en otras cosas o simplemente dejamos pasar tiempo es probable que olvidemos información.
Nuestro cerebro tiene muchos tipos de memoria, cada uno especializado en determinado tipo de información y localizado en lugares específicos o extensos de nuestro cerebro, por lo tanto, no recordamos todo de la misma forma y su retención también depende de muchos factores, por ejemplo: es más fácil que nosotros recordemos el nombre de un amigo muy querido de la infancia a que recordemos el número telefónico de una persona a la que sólo le marcamos una vez; en el primer caso hay un componente emocional y una vivencia, eso hace que la pueda recordar con más facilidad.
Una de las divisiones más conocidas es la que distingue la memoria a corto plazo de la memoria a largo plazo y, para que la información pueda ser recordada por mucho tiempo tiene que estar almacenada en este último, eso no quiere decir que vamos a recordar toda la información que recibamos, sería algo muy poco conveniente, pues hay cosas que son irrelevantes, sin embargo otras cosas permanecen relativamente estables a pesar del paso del tiempo: nombre de familiares cercanos, la dirección donde vivimos, el nombre de nuestro lugar favorito o el recuerdo de las vacaciones pasadas; por otro lado, hay información que debemos repetir u organizar para poder recordarla, es lo que hacemos cuando en la escuela tomamos apuntes, hacemos mapas mentales o volvemos a leer un texto para poder recordarlo.
Desafortunadamente, existen condiciones que pueden afectar nuestra capacidad para recordar, es el caso del trastorno neurocognitivo, anteriormente conocido como demencia. Esta condición se desarrolla en 9 de cada 10 pacientes en la adultez tardía o la vejez y puede afectar una o más funciones cognitivas, entre ellas la memoria, impidiendo que la persona realice las actividades que anteriormente hacía sin dificultad, provocando olvidos frecuentes, desorganización, cambios de humor y cambios de conducta.
Hasta el momento no existe una cura para esta condición que avanza con el paso del tiempo, sin embargo la detección temprana es de mucha ayuda para establecer un tratamiento adecuado.
Recuerda, si notas a tu familiar desorientado, desorganizado, confundido, si ves que tiene olvidos muy frecuentes, que le cuesta trabajo realizar actividades que antes hacía bien o que repite cosas que ya había dicho poco tiempo antes, puedes acudir con un especialista que te apoye a implementar un plan integral de tratamiento que incluya intervención neuropsicológica.
En estos casos, el tiempo es oro, o mejor dicho recuerdos.
Referencias
Bahk, Y. & Choi, K. (2017). The relationship between autobiographical memory, cognition, and emotion in older adults: a review. Aging, Neuropsychology and Cognition, DOI: 10.1080/13825585.2017.1377681.
Junque, C. & Barroso, R. (2009). Manual de Neuropsicología. Madrid, España: Editorial Síntesis.
Squire, L. R. & Dede, A. J. O. (2015). Conscious and unconscious memory systems. Cold Spring Harbor Perspectives in Biology. DOI: 10.1101/cshperspect.a021667
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