Cuando el abismo nos devuelve la mirada: Ilusión, reflejo y trascendencia a través de un Pez abisal
Cuando el abismo nos devuelve la mirada. Explora cómo la necesidad humana de trascendencia se refleja en la interpretación simbólica de fenómenos externos, como el reciente caso del pez angler. Basado en Jung, Hillman y Giegerich, el ensayo muestra que la proyección no es una distorsión de la realidad, sino una manifestación profunda del alma humana
ENSAYOS
Psic. Manuel Martínez
2/21/20255 min read


Hace poco, un pez abisal emergió de la profundidad del océano, y con él, la imaginación colectiva se agitó. Una diabla negra (Melanocetus johnsonii) flotó hasta la superficie, donde fue grabada y convertida en símbolo. Algunos la llamaron el “pez que buscaba la luz”, y su ascenso se interpretó como un acto de desafío contra su propia naturaleza, es decir, un acto de trascendencia.
Más allá de las causas naturales que pudieron llevarla hasta la superficie (si se trataba de un pez enfermo, desorientado o arrastrado por las corrientes), hubo quienes rechazaron enérgicamente la metáfora, argumentando que era una idealización ingenua de un fenómeno sin mayor significado.
Pero en el fondo del debate subyace una pregunta más relevante que la literalidad del fenómeno: ¿por qué necesitamos ver trascendencia en un pez?
Este evento no es solo un ejemplo de la capacidad humana para dotar de significado a lo que observa. Es un reflejo de un anhelo fundamental del ser humano: el deseo de ir más allá, de proyectar en el mundo exterior aquello que sentimos dentro. La necesidad de trascendencia no es un accidente cultural, sino una constante en la historia de la psique humana. Desde los mitos más antiguos hasta los relatos contemporáneos, esta búsqueda ha sido un eje central en la construcción de nuestra identidad. La idea de que algo debe sumergirse en la oscuridad antes de emerger transformado es una constante en la psique humana, reflejando el proceso de cambio y evolución que estructura nuestro pensamiento sobre la trascendencia.
James Hillman, Wolfgang Giegerich, Carl Jung, Sigmund Freud y Jacques Lacan, entre otros, han explorado este fenómeno desde distintas perspectivas. Lo que vemos en el pez no es solo un capricho narrativo, sino la expresión de un proceso interno que nos define.
La proyección como reflejo de nuestra estructura psíquica
Desde la psicología profunda, la proyección es entendida como una función psíquica inevitable. No se trata de un error cognitivo, sino de una estructura fundamental de nuestra forma de interpretar el mundo. Freud señala que la proyección nos permite externalizar aspectos internos de la psique en el mundo exterior, dotando de significado simbólico lo que observamos. Hillman, por su parte, plantea que el alma no solo imagina, sino que encuentra imágenes en todo lo que observa. En otras palabras, no podemos evitar proyectar sentido en aquello que nos rodea; esto no es un sesgo que deba ser corregido, sino una forma esencial de estructurar la realidad.
Jung describió el proceso de individuación como un viaje que implica integrar las profundidades de la psique para alcanzar una conciencia más plena. La metáfora del pez emergiendo de la oscuridad encuentra resonancia en este proceso: lo que interpretamos como trascendencia es, en realidad, una manifestación de nuestra propia necesidad de sentido. Este viaje no es una búsqueda de la luz externa, sino un retorno a la profundidad de uno mismo, donde reside el verdadero crecimiento.
Lacan introduce una perspectiva complementaria con su concepto del registro simbólico. Para él, la manera en que experimentamos la realidad está mediada por el lenguaje: no solo describimos el mundo, sino que lo organizamos y le damos sentido a través de los significantes. En este sentido, el pez abisal asciende en el océano, pero nosotros lo insertamos en el lenguaje y le otorgamos significado dentro de la estructura psíquica (nosotros lo simbolizamos). No es el pez quien busca la luz, sino nosotros quienes proyectamos en él la idea de un viaje trascendental.
Desde una perspectiva crítica, Giegerich nos advierte que el simbolismo es solo un punto en el desarrollo del pensamiento, y que la verdadera comprensión de la psique exige ir más allá de las metáforas ingenuas. Sin embargo, aquí surge un dilema: si bien la psicología no debe quedar atrapada en imágenes sin cuestionar su lógica interna, el rechazo absoluto a lo simbólico sigue siendo una forma de simbolización. No podemos despojarnos del lenguaje metafórico sin construir, en su lugar, otros sistemas de significados igualmente proyectados. Así, incluso el impulso de negar el simbolismo puede verse como parte del mismo mecanismo psíquico que lo genera.
Trascendencia y su reflejo en la historia humana
El deseo de trascendencia no es solo una inquietud individual, sino un fenómeno universal que se manifiesta a lo largo del tiempo. Desde los relatos religiosos y filosóficos hasta las historias de transformación en la literatura y el cine, la idea de que algo debe sumergirse en la oscuridad antes de emerger transformado es una estructura fundamental de la psique humana. Desde los relatos míticos hasta la psicología profunda, el héroe que enfrenta la sombra antes de alcanzar la luz representa el proceso de integración y evolución interior.
El ascenso del pez abisal resuena con esta estructura psíquica profunda: la tendencia humana a externalizar su propia transformación. Cuando atribuimos al pez un "viaje hacia la luz", en realidad estamos observando nuestro propio deseo de encontrar significado en la oscuridad interna. Esta imagen es un espejo de nuestra psique en su búsqueda por integrar lo desconocido.
El problema ocurre cuando confundimos el símbolo con el proceso real. Jung advertía que la individuación no ocurre buscando la luz fuera de nosotros, sino descendiendo a nuestra propia profundidad y reconciliándonos con nuestra sombra. En este sentido, el pez abisal no es el camino a la trascendencia, sino el recordatorio de que esa búsqueda es interna.
La imagen del pez abisal es poderosa, pero no porque nos diga algo sobre el pez en sí, sino porque nos devuelve nuestra propia pregunta: ¿qué parte de nosotros busca la luz en la profundidad?
Conclusión: La Trascendencia como parte del Ser
La búsqueda de trascendencia en el pez abisal, más que una ilusión que nos aleja de la realidad, es un reflejo de la profundidad de la estructura psicológica humana. No se trata solo de un fenómeno aislado o de un error interpretativo, sino de un patrón que nos ha acompañado a lo largo de la historia: la tendencia a proyectar nuestra necesidad de sentido en el mundo que nos rodea.
Desestimar este evento como una simple fantasía ingenua es ignorar que esta necesidad de trascendencia está arraigada en nuestra existencia. No es un mecanismo ilusorio que deba ser corregido, sino una manifestación legítima de nuestra psique, la misma que ha dado origen a mitos, símbolos y relatos a lo largo de la humanidad.
El pez abisal que emergió de la oscuridad y se convirtió en símbolo no es un caso aislado. Es la expresión de un motivo universal, un reflejo que encontramos en nuestras historias, en nuestros sueños y en nuestras propias luchas internas. Su imagen nos devuelve la eterna pregunta: ¿qué hay más allá?
Sin embargo, la trascendencia real no ocurre en figuras externas. La verdadera pregunta no es qué significa el pez, sino qué significa para nosotros que necesitemos atribuirle un significado. En última instancia, la búsqueda de la luz no es un viaje hacia afuera, sino un retorno hacia dentro.
Referencias
Freud, S. (1914). Introducción al narcisismo.
Jung, C. G. (1951). Aion: Estudios sobre el simbolismo del sí-mismo.
Hillman, J. (1975). Re-Visioning Psychology.
Giegerich, W. (2005). The Soul’s Logical Life: Towards a Rigorous Notion of Psychology.
Lacan, J. (1966). Escritos.
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